Con el paso de los días, el negocio empezó a decaer bruscamente. Clientes fieles desde hacía años dejaron de acudir. Los clientes habituales cancelaban sus citas en el último momento y los nuevos clientes escaseaban. El ambiente en el salón se volvió tenso y la camaradería entre sus empleados empezó a desaparecer.
La situación empeoró cuando su escaparate fue objeto de actos vandálicos. Un grafiti estropeó los inmaculados escaparates de «The Hair Affair», algo que nunca había ocurrido en los dos años transcurridos desde su apertura. Emma estaba perdida, incapaz de entender por qué su otrora próspero negocio se estaba desmoronando.