Por muy culpable que se sintiera, al menos se sintió aliviada de que el día hubiera terminado y de que la anciana se hubiera marchado sin arremeter contra ella. Pero su alivio duró poco. Entre risitas y carcajadas por el corte de pelo de la anciana, Emma volvió a oír el tintineo del timbre de la entrada.
Era la anciana Se había olvidado el bolso en la recepción y había vuelto para recogerlo. A Emma se le fue el color de la cara; sabía que la mujer debía de haber oído a las chicas burlarse de ella. Las lágrimas corrían por las mejillas de la mujer, pero antes de que Emma pudiera decir nada, la mujer cogió su bolso y salió corriendo