Exhaló profundamente, dejando que la tensión desapareciera. No era más que otra broma. Probablemente, la figura era alguien con un uniforme oscuro, tomándole el pelo. Nathan se rió de sí mismo, tratando de quitarse el miedo de encima. Al fin y al cabo, todo formaba parte de la tradición. Nada más.
A la mañana siguiente, Nathan empezó su turno como de costumbre, pero algo no encajaba. Al entrar en la sala de descanso, su superior lo llamó con gesto serio. «Nathan, tengo que hablar contigo», le dijo con tono urgente. «Faltan varios paquetes de EPI y botellas de formaldehído de la morgue»