A la mañana siguiente, Nathan se arrastró de vuelta al hospital, con la mente todavía pesada por los acontecimientos de la noche anterior. Encontró a una enfermera en la sala de descanso y, tras un momento de duda, decidió contarle su extraña experiencia.
«Tal vez haya comenzado tu iniciación», dijo la enfermera con una risita, claramente divertida. «Es parte del trabajo aquí en San Lutero» Le dirigió una mirada cómplice, del tipo que implicaba que pronto lo entendería.