«Tu mamá está descansando», dijo la enfermera en voz baja y cálida. «Pero tu hermanita está aquí. ¿Te gustaría conocerla primero? Los ojos de Ana se iluminaron con una mezcla de emoción y nerviosismo. Asintió con la cabeza, agarrando el conejo con fuerza. «Quiero verla», dijo.
La enfermera le tendió la mano y Anna deslizó sus pequeños dedos en la palma, más grande y reconfortante. Cuando entraron en la habitación, la voz de la enfermera adquirió un tono suave, casi reverente. «Es preciosa, como tú. Ha estado esperando para conocer a su hermana mayor»