Hizo un gesto a los demás y los tres ladrones se alejaron por el pasillo en dirección a Henry. La adrenalina se apoderó de él y salió corriendo, con el eco de sus pasos por el pasillo. Tras doblar una esquina, se dirigió a la escalera que conducía a los pisos superiores, con la esperanza de aprovechar la disposición laberíntica del edificio.
Conocía los pasillos y las habitaciones laterales como la palma de su mano: si lograba mantener la distancia, podría eludirlos hasta que llegara la ayuda. Detrás de él, oyó pasos apresurados y voces graves y airadas de los ladrones que le perseguían.