Los oyó murmurar en voz baja. Uno de ellos parecía frustrado, probablemente sospechaba que el ruido no había sido más que un accidente o un gato callejero que había tirado algo. Vacilaron un momento más y luego reanudaron su cautelosa aproximación a la galería.
Henry exhaló en silencio y, con una última mirada por encima del hombro, pulsó el botón de alarma silenciosa situado bajo el mostrador. Un pequeño y satisfactorio clic confirmó que la señal había sido enviada, activando el bloqueo de las salas de alto valor y sellando cada vitrina.