La voz de la operadora seguía siendo tranquila, pero las palabras que siguieron hicieron que a Henry se le hundiera el estómago. «Tenemos una emergencia por incendio a unos kilómetros que está utilizando la mayoría de nuestras unidades disponibles. Me temo que tardaremos cerca de una hora en enviar a alguien. ¿Puedes mantenerte a salvo y vigilar la escena?»
Una hora. Henry apretó con fuerza el teléfono mientras asimilaba la realidad de la situación. «Entendido», respondió, sintiendo que se le formaba un nudo de tensión en el pecho. Miró hacia la casa de subastas, con las puertas cerradas y los objetos de valor incalculable ahora vulnerables.