Un alce irrumpe en el hospital: una enfermera rompe a llorar por lo que ve en su cornamenta.

Cuando se instaló detrás de la mesa, el hospital estaba más tranquilo. Los casos de urgencia se habían reducido a un goteo, dejando los pasillos en silencio excepto por el ocasional roce de las sillas o el suave pitido de las máquinas.

Julie empezó a organizar el papeleo de la noche, hojeando los expedientes de los pacientes y tomando notas. Sus compañeros entraban y salían, charlando en voz baja sobre sus planes para las próximas vacaciones o lamentando la última nevada.