Un alce irrumpe en el hospital: una enfermera rompe a llorar por lo que ve en su cornamenta.

Julie abrió de un empujón las pesadas puertas y entró en el vestíbulo, recibiendo de inmediato el familiar olor a antiséptico y el murmullo de la actividad. Una ráfaga de calor la envolvió, ahuyentando el frío que se había instalado en lo más profundo de sus huesos durante el paseo.

El hospital tenía su habitual bullicio nocturno, tenue pero constante. Una enfermera se apresuraba a pasar con un portapapeles, asintiendo con la cabeza, mientras un conserje trabajaba en silencio puliendo el suelo. Julie sonrió débilmente mientras se dirigía a la enfermería.