Julie Thompson se apretó más el abrigo mientras caminaba a paso ligero hacia el hospital. Sus botas crujían en la nieve fresca y su aliento formaba pequeñas nubes en el aire helado. Era su tercer turno de noche consecutivo y, aunque estaba acostumbrada al ritmo de su trabajo, el cansancio había empezado a hacer mella en ella.
El aire helado no ayudaba: le mordía las mejillas y le picaba en los dedos, incluso a través de los guantes. A medida que se acercaba al hospital, la visión de sus ventanas cálidamente iluminadas le ofrecía un bienvenido respiro del frío.