Sin embargo, el destino parecía conspirar contra él. Justo cuando estaba a punto de pisar la isla, repentinos encargos o apuros económicos le echaban para atrás. Año tras año, sus sueños de visitar Bali se derrumbaban en el último momento, dejándole sólo anhelos insatisfechos.
Pero esta vez todo encajó. Apareció en su calendario una rara escapada de diez días, y Fredrick aprovechó la oportunidad con ambas manos. Reservó su vuelo en un tiempo récord y, antes de darse cuenta, ya estaba en el avión, con el corazón acelerado por la emoción.