Tenía el corazón encogido por el peso de lo que había presenciado y sabía que tenía que volver al templo y alertar a las autoridades antes de que los ladrones volvieran a atacar.
Los turistas, asimilando ahora la conmoción del robo, se encontraban en diversos estados de angustia: algunos lloraban abiertamente, otros temblaban con una mezcla de miedo y rabia. Fredrick sabía que tenía que marcharse rápidamente antes de que descubrieran su presencia.