Los ladrones habían urdido meticulosamente un artero plan que se aprovechaba de la curiosidad y la compasión naturales de los turistas. Sabían que el atractivo de los animales inocentes y el deseo de protegerlos podían alejar fácilmente a la gente de un lugar seguro.
Para llevar a cabo su plan, entrenaron o manipularon a los monos locales para que robaran cachorros, sabiendo que esta angustiosa visión atraería a los turistas curiosos a seguir a los monos más adentro de la selva. El plan era brillantemente siniestro en su simplicidad.