Algunos hacían fotos, otros charlaban, inconscientes del peligro que corrían. De repente, un movimiento llamó la atención de Fredrick. No sólo había monos en la selva. Unos hombres emergieron de las sombras, con sus ropas harapientas y sus bufandas ocultando sus rostros.
Se movían con una tranquilidad inquietante y una eficacia practicada, y sus ojos escrutaban a los turistas reunidos con la mirada de un depredador. A Fredrick se le revolvió el estómago cuando comprendió el alcance de la trampa que se desplegaba ante él.