Sin embargo, cuando Fredrick miró más de cerca, se dio cuenta de que esta vez era diferente. No se trataba de otro trozo de comida robado o de una prenda de ropa extraviada. Lo que el mono sujetaba en sus pequeños y ágiles brazos era algo mucho más alarmante: estaba vivo. Era inusual, pero, de nuevo, todo en Bali tenía un toque de extraordinario.
Antes de que pudiera comprender del todo lo que acababa de ver, el mono desapareció en las sombras, dejándole una persistente sensación de temor. Se sacudió la inquietante sensación, intentando volver a sumergirse en la vibrante cultura de Bali. Sin embargo, la calma no duró mucho.