En ese momento de tranquilidad, Jessie se dio cuenta de algo preocupante: el veterinario no sabía más que ella sobre la misteriosa criatura. Aun así, comprendió que la situación era grave, sobre todo cuando Jessie le explicó cómo empeoraba el estado de la criatura. De repente, Jessie se sobresaltó al oír el fuerte y triste ulular del chimpancé. Su potente grito llenó la habitación, haciendo aún más clara la urgencia del momento..
Justo en ese momento de tensión, la puerta de la habitación se abrió de golpe y entraron corriendo los agentes de policía, con sus pasos sonoros contra el duro suelo. Recorrieron la habitación rápidamente, con la mirada alerta y concentrada, asegurándose de que nadie estuviera en peligro inmediato. «Por favor, que todo el mundo mantenga la calma», anunció uno de los agentes, con voz autoritaria pero tranquilizadora, cortando la tensión que se respiraba en el ambiente.