Nada iba a detenerle, ni su fatiga, ni su edad, no cuando el Trueno estaba tan cerca. No iba a volver a perder a su preciado semental, no después de todo lo que habían pasado. Su amado caballo estaba fuera de su alcance.
La persecución les llevó más adentro en los campos, el paisaje familiar de la granja dando paso a un terreno más accidentado. George tropezó con un terreno irregular, pero recuperó el equilibrio rápidamente. Sus ojos se clavaron en la silueta de Trueno, apenas visible a la luz de la luna.