Su pequeño cuerpo peludo estaba acurrucado contra el vientre de Luna. A medida que George se acercaba, notó algo extraño en el animal. A pesar del calor abrasador del verano, el pequeño estaba lujosamente envuelto en un abrigo de piel. Esto era extraño, ya que su pelaje parecía demasiado denso para esta época del año, especialmente con el calor de su región.
Además, mientras George estudiaba a la criatura, había algo sorprendentemente diferente en la mirada que le dirigía. Los ojos, aunque inocentes, tenían un brillo indómito, una chispa de naturaleza salvaje que parecía fuera de lugar entre los dóciles animales de granja a los que estaba acostumbrado. La mirada de la criatura era inquietante y a la vez intrigante; contenía una naturaleza salvaje que era a la vez cautivadora y desconcertante.