Luna había cambiado; ya no era la perra apacible y tranquila que George había conocido y amado. Tenía la mirada fija y decidida, las orejas caídas hacia atrás y el cuerpo rígido. Parecía dura de una forma que George nunca había visto antes. Estaba claro que estaba dispuesta a luchar contra él si era necesario. A George le pareció confuso y aterrador a la vez.
A medida que se acercaba, un sonido extraño y débil llenó el silencioso campo. Era un sonido nuevo que provenía del lugar que Luna vigilaba atentamente. Este extraño sonido agrandó el misterio. Lo hizo más curioso y mucho más preocupado.