A medida que avanzaba el día, un sentimiento de preocupación empezó a invadir el corazón de Bill. Como pequeño granjero, sabía lo importantes que eran para él sus búfalos. Eran su sustento, sus compañeros y la columna vertebral de su granja. Quería a todos y cada uno de ellos, pero Daisy era especial. La idea de que le ocurriera algo terrible era insoportable.
Fue la primera ternera que crió cuando empezó su granja y, con los años, se había convertido en su amiga. Perder a su búfalo más preciado le rompería el corazón. ¿Y si un depredador hubiera entrado y asustado a los búfalos? ¿O tal vez se había olvidado de cerrar bien la puerta? No se lo podía imaginar, pero aun así, todas las posibilidades le rondaban por la cabeza.