«Uno, dos, tres, cuatro…» Bill empezó a contar en voz alta. Esto no podía estar pasando. Inmediatamente se dio cuenta de que algo no iba bien..
Se dio cuenta enseguida porque cada mañana, su primera tarea era buscar a su búfalo favorito, Daisy. Compartían un vínculo inexplicable. Con los años, habían formado un ritual matutino. En cuanto se veían, corrían a saludarse.