Las siguientes grabaciones no mostraron nada abiertamente alarmante, pero fueron las sutilezas -la persistencia en los pasos de Jackie, las miradas furtivas que lanzaba cuando creía que nadie la observaba- las que mantuvieron vivas las sospechas de Heather. Ya no era sólo la forma en que Jackie miraba las fotos; era la forma en que se detenía ante el escritorio de Heather, la forma en que sus ojos recorrían la habitación, el ligero roce de sus dedos sobre objetos personales que no tenían por qué moverse.
Heather veía los vídeos secretos cada vez más preocupada. Cada pequeña cosa extraña que hacía Jackie se acumulaba, haciendo que Heather sintiera que tenía que hablar con ella. ¿Pero cómo podía hacerlo? En realidad, Jackie no había hecho nada malo. Todo lo que Heather tenía era un mal presentimiento que no desaparecía. Entonces, unos días más tarde, ocurrió algo que dio a Heather una prueba real.