Un atisbo de comprensión apareció en la cara de Sam cuando por fin sintonizó con las palabras de Heather, pero su repentina atención se sintió forzada, su sonrisa no le llegaba a los ojos. «¿Hawai? Perfecto», dijo con una calidez práctica, guardando su teléfono. «Sólo nosotros, sin distracciones», añadió, con un tono de voz demasiado entusiasta. Su fingido entusiasmo, que contrastaba con su habitual distracción, sembró una semilla de duda en la mente de Heather.
Con el paso de los días, Heather notó que la alegría forzada de Sam no disminuía. «Una escapada a la playa suena genial», repitió con una sonrisa que no le llegaba a los ojos, los mismos ojos que se le iluminaban cada vez que miraba el móvil. Heather no podía evitar la sensación de que Sam estaba fingiendo. Su afecto no parecía real, y sus temores, pronto descubriría, no eran tan infundados después de todo.