Imagina la sensación surrealista de darte cuenta de que existe una réplica casi perfecta de ti mismo al otro lado del planeta. Es una experiencia peculiar y escalofriante, que roza suavemente los límites de lo insólito.
Imagina la hilaridad que se produciría si este caballero apareciera inesperadamente en una exposición de Van Gogh en las salas sagradas de un museo de arte. Probablemente confundiría a mucha gente y provocaría muchas risas.