Stacey también ajustó la iluminación de su apartamento a un resplandor tenue y parpadeante que fuera visible para cualquiera que mirara desde el pasillo. El efecto era sutil, pero suficiente para sugerir que algo antinatural permanecía en el interior, proyectando sombras largas y distorsionadas que parecían moverse por sí solas.
Stacey estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para proteger su hogar. Su determinación se fortaleció con cada paso de su plan. Compró un perro de juguete teledirigido, lo bastante pequeño para esconderse detrás del sofá de la pared que compartía con el piso de su vecina, listo para emitir arañazos aleatorios con sólo pulsar un botón.