La gota que colmó el vaso le cayó a Stacey como una bola de demolición. Había conseguido tolerar los mensajes constantes, las inspecciones sin previo aviso y las miradas indiscretas, pero cuando empezó a percibir algo más siniestro -una presencia en su casa-, su vida empezó a convertirse en una pesadilla.
Empezó sutilmente. Desaparecían pequeños objetos o aparecían en lugares donde estaba segura de que no los había dejado. Al principio lo descartó por olvido, pero una sensación de inquietud se apoderó de ella. Se conocía a sí misma y no era propensa a perder cosas, pero su apartamento parecía tener una mente propia.