El casero del infierno intentó desahuciar a una mujer de 27 años, pero el karma llamó a su puerta

Stacey sabía que no podía seguir así, pero romper el contrato no era una opción: no podía permitirse las multas y encontrar un nuevo piso asequible en la ciudad era casi imposible. Era una elección dolorosa entre su tranquilidad y su independencia.

Una noche, agotada y derrotada, Stacey se sentó en la cama con los ojos pegados al teléfono mientras buscaba un nuevo lugar donde vivir. Mientras buscaba en los listados, cada apartamento que encontraba le parecía peor que el suyo: oscuro, estrecho o a un precio desorbitado.