Su frustración comenzó a burbujear bajo la superficie. Al mirar por encima del hombro, su irritación aumentó. Un niño de 8 años estaba sentado detrás de él, con las rodillas apoyadas en la bandeja y los pies pateando repetidamente el respaldo del asiento de Kevin.
Las patadas del niño eran rítmicas e insistentes y sacudían el respaldo del asiento de Kevin. Kevin apretó los dientes, sintiendo una oleada de fastidio. No esperaba pasar así las próximas cinco horas de viaje.