La frustración de Kevin creció mientras miraba fijamente a la agente. «Así que, ¿voy a estar cinco horas en un asiento estrecho?», espetó, y las palabras se le escaparon antes de que pudiera contenerlas. La abarrotada terminal aumentó su tensión.
El agente, sintiendo la creciente presión y las miradas de los pasajeros cercanos, trató de calmar la situación. «Podemos darle un vale para su próximo viaje», le ofreció. La incredulidad de Kevin se hizo evidente en sus ojos abiertos de par en par, incapaces de ocultar su irritación.