Por fin, la pequeña mano del niño estiró el brazo y cogió el cuaderno con cautela. Kevin observó cada movimiento con gran expectación y su pulso se aceleró como si estuviera sincronizado con el nervioso movimiento del niño. La inquietud del niño era palpable, y la preocupación de Kevin aumentaba a cada segundo que pasaba.
¿Qué podía estar causando tanta angustia en el niño? Lentamente, el niño le devolvió el cuaderno, con los dedos temblorosos. El corazón de Kevin se aceleró al leer rápidamente la nota garabateada en la página: «No hables»