Este hombre se hartó de patear asientos pero cuando se da la vuelta descubre un giro inesperado

Cuando se dio la vuelta, el corazón se le aceleró de vergüenza, consciente del trastorno que había causado. Respiró hondo para tranquilizarse y sintió otra sacudida de las patadas. Sabía que debía abordar la situación con calma, tanto para su propia tranquilidad como para la de los que le rodeaban.

Volviéndose hacia el chico, le ofreció una sonrisa cálida y tranquilizadora. «Hola», le dijo amablemente, «¿puedes intentar no darme patadas en el asiento?» El chico desvió la mirada, ignorando deliberadamente la petición de Kevin. La frustración bullía en el interior de Kevin, que se esforzaba por encontrar una solución.