Cada golpe contra su asiento acababa con su paciencia. ¿Cómo podía tener tanta energía? Las patadas eran cada vez más enérgicas, y el niño ponía todo su peso en ellas.
Cada impacto sacudía el cuerpo tenso de Kevin, lo que le dificultaba mantener la calma. Apretó los dientes, esforzándose por mantener el rostro impasible y evitar llamar la atención. Decidido a ignorar la situación, Kevin volvió a su asiento.