Karen puso los ojos en blanco. «¿De verdad es tan difícil encontrar comida decente por aquí? Quiero decir, ¿acaso tienen algo que no sea… grasa en un plato?» Miró a Stephanie de arriba abajo y añadió: «No es que lo entiendas» Los dedos de Stephanie se tensaron sobre su bloc de notas, la garganta le ardía por las palabras que contenía.
«Claro, encontraré algo más ligero», consiguió decir Stephanie con voz tranquila. Pero Karen le hizo un gesto con la mano para que se fuera, dejó el menú con un ruido seco y volvió al teléfono. «Lo siento, nena, esta chica no tiene ni idea de lo que hace. Es increíble» La paciencia de Stephanie flaqueó, pero respiró lentamente, decidida a no perder la calma.