En medio de esta animada escena se encontraba Joe Reed, un hombre de unos cuarenta años. Vestido con un traje meticulosamente confeccionado, su expresión revelaba una mezcla de tensión y determinación. Joe era analista financiero y su vida estaba dictada por una agenda implacable, con su atención perpetuamente dividida entre el zumbido de su smartphone y una agenda en constante expansión.
Joe siempre había sido diligente en el control de su diabetes, siguiendo un régimen estricto que incluía comidas regulares y medicación a tiempo. Sin embargo, ese día en particular había supuesto un reto excepcional. Atrapado por las exigencias de una importante presentación, se había saltado su desayuno habitual en un intento de dar prioridad a sus compromisos laborales.