En una ciudad en la que no abundaban las emociones, Peter siempre estaba a la caza de cualquier cosa que pudiera romper la monotonía de su vida cotidiana. El misterioso movimiento del iceberg era precisamente el tipo de misterio que ansiaba. Era su oportunidad de vivir una aventura, de romper con el aburrimiento cotidiano.
Peter vio en ello la oportunidad perfecta para añadir algo de emoción a su vida. Era una aventura que le llamaba por su nombre, y estaba más que dispuesto a responder. Sabía exactamente lo que iba a hacer… Peter prefirió no revelar su descubrimiento y decidió investigar el iceberg él solo. Recordó que podía tomar prestada la pequeña lancha motora de su cuñado, que ya había utilizado varias veces.