Cuando Delilah reanudó su tarea, encontró un extraño consuelo en el monótono ritmo de la limpieza. Quitaba el polvo de las estanterías, ordenaba las herramientas y organizaba meticulosamente los papeles; cada movimiento le parecía un pequeño acto de amor hacia John. Sus ojos rebosaban lágrimas, pero sus manos no dejaban de limpiar.
Mientras trabajaba, los recuerdos de sus 34 años de matrimonio inundaban su mente. John y Delilah habían sido los mejores amigos, se conocían tan bien que prácticamente podían leerse la mente. Habían compartido alegrías y penas, triunfos y reveses. Ella creía saberlo todo sobre él. Estaba a punto de demostrar que estaba muy equivocada, muy pronto..