Le temblaban las manos al marcar, pero su voz era firme, llena de una determinación fría e inquebrantable. Le explicó brevemente la situación y concertó una cita. Al colgar, recuperó una pequeña sensación de control.
Las horas pasaron lentamente mientras esperaba a que Paul regresara. Su mente oscilaba entre el dolor y la rabia, la tristeza y la determinación. Se paseaba por el salón, con el corazón palpitándole a cada minuto que pasaba.