La ira de Melissa crecía y la impulsaba a emprender el difícil camino de vuelta a casa. Cada paso era doloroso, pero el fuego de su corazón la mantenía en movimiento. Su hijo pataleaba, un pequeño pero poderoso recordatorio de su fuerza y determinación.
No pondría en peligro su futuro ni el de su bebé. Llegaría hasta el final, costara lo que costara. Cuando llegó a la casa, el cansancio de Melissa había quedado eclipsado por su determinación. Fue directa al teléfono y llamó a un abogado especializado en divorcios.