La discusión se intensificó, las palabras volaban como puñales de filo cortante. Acusaciones, negaciones y comentarios hirientes llenaron el aire, cada uno de ellos profundizando el abismo que los separaba. Finalmente, Paul salió de la casa dando un portazo.
Melissa se quedó de pie en el silencio que siguió, con el corazón latiéndole con fuerza. Las lágrimas corrían por su rostro mientras se hundía en una silla. El arrepentimiento la invadió, mezclándose con su persistente preocupación. No quería que aquello se convirtiera en una pelea. Sólo quería respuestas.