A pesar de estar preocupada, Melissa trató de hacer las paces con las largas ausencias de Paul. Paul era un marido excelente y no tenía motivos para preocuparse. Sin embargo, no podía deshacerse de la persistente sensación de que algo no iba bien.
Una tarde, después de otra larga salida a un café, Paul volvió a casa con las botas llenas de barro. Era una imagen extraña para alguien que decía pasar el tiempo en el interior de un café. Sin embargo, por miedo a otra discusión, Melissa decidió morderse la lengua.