No podía ser real. Sus propios ojos le estaban mostrando una verdad que le costaba procesar. Una verdad que no encajaba en su vida perfecta.
Le temblaban las manos al marcar el número de su abogado. Ahogando las lágrimas, pronunció las palabras devastadoras que nunca pensó que diría: «Por favor, prepare los papeles del divorcio…».