Susan llamó repetidamente al Dr. Wilson, aferrándose a la esperanza de que todo fuera un malentendido y de que tuviera una razón legítima para llevarse a Margo. Pero cada llamada iba directamente al buzón de voz y la verdad empezaba a calar hondo.
A medida que la desesperación se convertía en férrea determinación, Susan se enjugó las últimas lágrimas y llamó a la clínica del Dr. Wilson, con voz firme e inquebrantable. «Necesito la dirección del Dr. Wilson», exigió con clara determinación. Tras un momento de vacilación, la recepcionista cedió y le dio la dirección.