Respirando hondo, Vanessa empujó la puerta de la clínica. Les llegó el familiar olor a antiséptico, pero esta vez estaba teñido de algo más frío, más siniestro. La clínica estaba vacía y Vanessa y Samantha se dirigieron al despacho del doctor Henderson.
En la puerta, Vanessa se detuvo, con la mano sobre el picaporte y la mente atormentada por terribles pensamientos. Entraron, pero el despacho estaba vacío y no había ni rastro del doctor Henderson ni de Ollie. Justo cuando la esperanza de Vanessa empezaba a desvanecerse, Samantha la agarró del brazo, con el rostro pálido.