Emily la encontraba en los lugares más inesperados: debajo del sofá, escondida detrás de las cortinas o tomando el sol junto a la ventana. Era como si Tubby volviera a explorar la casa, al igual que Emily redescubría partes de sí misma que había olvidado.
De vez en cuando, Emily oía el suave sonido de Tubby arrastrando los pies. Un ruido que antes la aterrorizaba ahora le arrancaba una sonrisa. No podía evitar reírse de cómo se había dejado asustar tanto por algo tan inocente como su mascota de la infancia.