Cada recuerdo era como un cálido abrazo, que le recordaba la alegría y la inocencia que una vez tuvo, y sintió que las lágrimas le punzaban los ojos mientras abrazaba a Tubby con fuerza, agradecida por este inesperado reencuentro.
En los días siguientes, todo empezó a parecerle diferente a Emily. La casa, que antes le había parecido demasiado grande y tranquila, ahora se sentía vibrante y viva. Tubby se había convertido en su sombra, moviéndose lentamente por la casa igual que hacía cuando Emily era una niña.