Una mujer oye ruidos extraños por la noche y descubre un secreto que la deja atónita

Ahora, después de tantos años, Emily se encontraba mirando a esa misma tortuga. Se le cortó la respiración cuando se arrodilló y apartó con cuidado las cajas. Unas manos temblorosas alcanzaron el pequeño caparazón desgastado. Era Tubby. Tenía que serlo.

«¿T-Tubby?» La voz de Emily temblaba, cargada de emoción, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas. Los recuerdos se agolpaban en su memoria: tardes soleadas jugando en el jardín, viendo a Tubby moverse lentamente por la hierba, la alegría que brotaba cada vez que veía a su amiguito.