Daniel parpadeó, con la respiración entrecortada. El recuerdo de Sombra -pequeño, frágil, mirándolo con confianza- se desvaneció, tragado por el presente. La nieve seguía aullando a su alrededor. El frío le roía los huesos. Sin embargo, ante él no estaba el cachorro que una vez conoció.
Sombra era ahora una bestia. Un alfa. Su enorme figura se alzaba en medio de la tormenta, con los músculos ondulándose bajo su espeso pelaje y unos ojos penetrantes y dorados. Y no estaba solo. La manada flanqueaba detrás de él, esperando. Observando. Daniel no estaba seguro de si Sombra lo veía como un amigo….. o como una presa.