Los Hells Angels, contrariamente a la percepción popular, no son una banda de renegados sin ley. Funcionan dentro de una jerarquía estricta, con una cadena de mando bien definida y un conjunto de normas que se espera que todos los miembros sigan implícitamente. Estas normas, treinta en total, lo abarcan todo, desde las interacciones con las fuerzas del orden hasta el desarrollo de las reuniones y actos del club. No son meras directrices; son mandamientos que los dirigentes del club hacen cumplir con un rigor inquebrantable.
Lo que diferencia a los Hells Angels de otros clubes de motoristas es su carácter integrador, especialmente en lo que se refiere al género. Aunque muchos pueden imaginarse a los Hells Angels como un bastión de hipermasculinidad, la realidad tiene más matices. Las mujeres, conocidas en el club como «viejas», desempeñan un papel fundamental en la organización, ofreciendo apoyo, compañía e incluso liderazgo en algunas secciones. No están relegadas a un segundo plano, sino que participan activamente en las actividades del club, sujetas a las mismas normas y expectativas que sus homólogos masculinos.