A pesar de lo sorprendente de la metáfora, las palabras de la empleada pretendían ofrecer la esperanza de una eventual aceptación y armonía. La propia Meghan se aferró a esta esperanza, deseando que llegara el día en que la familia real la acogiera como a una más, lo que ilustra el matizado viaje que supone convertirse en miembro de la realeza.
A pesar de la intensidad del altercado, Harry optó por no tomar represalias. Describe cómo William, después de la confrontación, parecía arrepentido e incluso le pidió a Harry que ocultara el incidente a Meghan, destacando las complejas emociones y tensiones dentro de la familia real.